Aquello que hay que terminar

 



“Empieza de la nada y no pares por nada”

 

 




¿Qué es eso que tú sabes que hay que terminar y no lo has hecho?

Da lo mismo que sea un trabajo, un proyecto, una conversación, un encuentro, una relación, etc.  Cada una de estas u otras situaciones vitales tendrá su grado de dificultad e importancia en tu vida, y tal vez por ello, por esa dificultad, no te animas a seguir y concluir sea lo que sea.

¿Esto te sucede con algo en particular o es una forma de hacer en ti?

En cualquier caso, denota parte de tu personalidad, más si la cosa es sistemática y funciona como un hábito.

¿Esto a donde te lleva?

Sea poco o mucho.  Se importante o menos, siempre, siempre, esto de no terminar lleva consigo angustia.  ¿El grado? Pues será medible con aquello que no he hemos hecho o dejado de hacer.

¿Qué razones te llevan a actuar así?

Está claro que no hay una ni dos, son múltiples y variadas.  Puede haber circunstancias externas, pero por lo general tiene que ver con nosotros, con nuestros modos de comportamiento.

·        Baja autoestima. Cuando no hay suficiente amor propio, se piensa que lo que se hace tiene poco valor. Que da igual hacerlo o no. Existe la percepción que dejar de hacer una tarea no marcará ninguna diferencia.

·        Sentimiento de fracaso. Toma la forma de no lograr definir un “para qué”. Como si ya todo estuviera perdido y ningún esfuerzo valiera la pena. Es una de las facetas de la depresión.

·        Sentimiento de inutilidad. Hay quien opina que es mejor dejar las cosas sin terminar porque al final se harán mal. Hay temor por el resultado. Por lo tanto, dejar todo inacabado evita confrontarse con las propias limitaciones, sean estas reales o imaginarias.

·        Distracción. Esta aparece cuando hay otro u otros aspectos que absorben por completo la atención, el interés o la energía mental disponible. Por lo tanto, no hay disponibilidad para dedicarse a otra tarea. Y si se hace, se realiza a medias

·        Sobrecarga. Cuando hay más compromisos que tiempo para cumplirlos, es usual que se deje todo a medio hacer.

 

 

¿Qué hacer?

·        Tienes mil ideas, pero no concretas ningunas.  Divagas y vas de una a otra sin focalizar tus objetivos.  Todo lo que bulle en tu cabeza te gusta y no sabes qué elegir.  Entonces…. Prioriza y toma aquella que entiendas puedas terminar sin mucho problema.  Una vez conseguido el objetivo te sentirás mucho mejor y podrás acceder a otro un poco más complicado. 

·        ¡Sé realista!  Acepta tus límites.  No pasa nada, nada.  Cada uno es capaz de llegar un punto determinado.  Esto no significa que te rindas, ni mucho menos; esto sólo te ayudará a sumir aquello que puedas concretar y además continuar preparándote para avanzar, para aprender, para poder, con más conocimiento y habilidades, acceder a otros objetivos más complejos.

·        Sube tu autoestima.  Asumir aquello que podemos hacer tiene mucho valor.  Es más, todo lo que haces tiene mucho valor, aunque tú lo veas pequeño e insignificante.  Ten en cuenta que lo haces tú, que lo eliges tú y te enfrentas al reto tú.

·        No subir al Everest no es un fracaso.   No todos tenemos las mismas capacidades y ¡ni falta que hace!  Además, sería muy aburrido si todos fuéramos iguales.  Es muy posible que aquello que tu hagas, aquello a lo que tú te enfrentes, yo no sea capaz. En ningún caso es importante.  Cada uno puede lo que puede, lo que no significa evitar tratar de hacer las cosas mejor.  ¡¡Sigue trabajando tu interior!!

-         Márcate un tiempo para realizar la tarea, conseguir el objetivo, llegar a la meta.  Verás que así asumirás situaciones que puedas terminar.

Si en alguna medida sigues estos pasos el estrés y la angustia que generará el ir dejando cosas atrás irá desapareciendo.  Te sentirás mucho mejor porque te verás capaz.  Confiarás en ti y, además, sin darte cuenta….

¡Estarás queriéndote más y mejor1

 


 

Almudena Alcaide Martín

Salud Emocional

 

 

 

 

 

 

 

 

Almudena Alcaide Martín

Salud Emocional

Comentarios

Entradas populares